Mariano Goldgrob,director de Vapor

Entrevista a Mariano Goldgrob,
director del film Vapor.
Por Verónica Paz.

«Hay ideas que surgen con un chasquido de dedos, como si siempre hubiesen estado ahí, flotando en el aire, esperando ser atrapadas. La historia de Vapor nace así«, dice Mariano Goldgrob (co-director de Mono y ¿Qué sois ahora?),a pocos días de haber estrenado su ópera prima galardonada en Bafici y exhibida en el 12º Marfici de nuestra ciudad. El pasaje a la ficción, el trabajo intimo con los actores, el diseño de la banda sonora y los aspectos técnicos/ estéticos que aborda en su film son parte de la charla que FelliniA Tierra de Cine mantuvo con el director.

Tus películas anteriores, ambas en codirección, pertenecen al género documental. Esta primera realización individual se inscribe en la ficción: ¿cómo se dio ese pasaje? ¿qué motivo este proyecto?

Fue un pasaje lógico, natural, porque era algo que siempre estuve buscando. Estoy muy orgulloso de todas las huellas que fui dejando hasta alcanzar la ficción: dos documentales con dos grandes amigos, varios clips, un puñado de cortos. Fue un desafío de muchos años alcanzar esta película: de pruebas, de muchos otros guiones fallidos, de ir agudizando una mirada sobre lo que me rodea e ir encontrando qué decir y cómo decirlo. Lo que siempre me atrajo de la ficción es el vértigo de crear todo un universo, de indagar en lo más profundo de mis pensamientos para liberar procesos creativos. La idea de VAPOR estaba ahí, muy cerca, flotando en el aire, y la agarré en el momento justo, en el momento que más la necesitaba. Después ya no paré hasta escribirla y hacerla película.

Tu película parece estar constituida desde una movilidad que no sólo refiere al recorrido que llevan adelante los personajes sino ligada más bien -y más profundamente- a la mutabilidad o impermanencia. ¿ Cómo llevaste adelante los aspectos estético técnicos que permiten lograr eso?

Los traslados, los movimientos, las fugas, así como los caminos, son temas que me gustan. En ese sentido se relacionan con el azar, los cambios, la búsqueda permanente. Paradójicamente en VAPOR me interesó mostrar a la ciudad en su sentido opuesto ya que hay una idea sobre la elitización; eso disparó que buscase lugares que aún permanecen inmutables a los cambios y que a su vez refiriesen a un pasado identificable. De ahí que las calles sean anacrónicas, desérticas y periféricas, como espejo de ese reencuentro azaroso, de esa pequeña odisea nocturna que no es otra cosa que una procesión para un largo duelo. La errancia de los personajes no es otra cosa que un devenir, no sólo en el espacio sino también en el tiempo.

En cuanto a los aspectos técnicos, tuvo un espíritu de guerrilla: ocupábamos una locación, armábamos un pequeño campamento a cielo abierto, ensayábamos in situ hasta que la escena completa estuviese lista, Soledad Rodríguez se calzaba la cámara y tirábamos planos hasta que estuviésemos conformes -o nos corriera el tiempo-; desarmábamos todo lo más rápido posible y nos subíamos a los autos o caminábamos hasta la siguiente locación; así, durante toda la noche, hasta que el amanecer nos terminaba alcanzando. La movilidad fue algo que estuvo presente en todo.

La mirada móvil que supone el tránsito es una forma también de presentar los personajes y sus mundos: ¿de qué manera surgieron estos personajes y su historia?

Las primeras ideas fueron autobiográficas, pero enseguida intenté desmarcarme para que la historia tuviese su propio universo. Fueron años de ver poco cine y leer mucha narrativa argentina. La película es fruto de eso también; hace poco recordé cuánto me había influenciado, para poner un ejemplo, el comienzo de La invención de Morel de Bioy: “Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó.” La isla, el verano, los espectros, y quizá también el milagro, son elementos que están en Vapor. Después todo surgió como surgen algunas cosas cuando las buscás mucho: casi sin darte cuenta.

¿Cómo llevaste adelante el trabajo con los actores para alcanzar el registro de intimidad y naturalidad de la película?

Hablamos mucho con Julia y Julián primero. Nos juntábamos a tomar algo, a conocernos los tres, a charlar del proyecto pero también de cualquier cosa, y en ese contexto fue ideal ir delineando un primer bosquejo de actuación sin la presión de un ensayo. Más cerca del rodaje, tuvimos una seguidilla de varios días de ensayo, ya para ir asentando el tono, los detalles. A diferencia de lo que podría pensarse, en rodaje hubo poca improvisación, no porque estuviese vedado, todo lo contrario, sino porque ambos se apoyaron mucho en el guión.

La banda sonora de Vapor resulta fundamental para construir el pulso de la película: ¿ cómo pensaste su diseño? ¿qué papel cumple lo musical en esa construcción?

Al ser melómano, pensar la música para la película fue lo más divertido y a la vez algo muy pensado, de mucho rigor para que la banda sonora fuese una capa narrativa más, que estuviese profundamente vinculada a la historia y que potenciara al resto. La música de Diego Petrecolla & Martín Garrido (ex Furies, hoy Sombrero) es perfecta para ese estado entre la vigilia y el sueño que marca la atmósfera general de la película. Subiendo la cuesta de Dios es la mejor analogía a cómo quería mostrar la ciudad: áspera, al borde del precipicio, realista pero con tintes irreales. Jolene de Dolly Parton tiene una letra que calza perfecta con la historia a la vez que realza la femineidad del personaje de Julia. El noise de Pablo Reche fue ideal para los títulos de apertura que marca el antes y el inminente después del reencuentro. Todo -música, palabras y silencios- estuvo pensado como una partitura equilibrada que se construyó durante el montaje con Francisco Vázquez.

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