El Cine Puro de Aroonpheng

Entrevista.  El debut del cineasta tailandés es un film misterioso que tiene raíces en el cine mudo de Man Ray y Luis Buñuel.

Phuttiphong Aroonpheng es un sonriente tailandés de cuarenta y tres años que creció como director de fotografía, como todos los cineastas tailandeses, con el cine de Apichatpong «Joe» Weerasethakul atrapado entre sus ojos y pulmones, viéndolo y respirándolo como el aire, pero siempre teniendo a Lynch en su corazón y a Eraserhead como un film deseado. Y es leyéndolo Lynchianamente que podemos entonces comprender mejor su modo de restitución enteramente lírico, y de un lirismo enteramente visual y sensorial, de esa barbarie sangrienta que es el genocidio de la población Rohingya.

Realidad basculante
«Personalmente creo que al abordar este tipo de temas, refugiados, grandes tragedias, la política, la función del cine no debe limitarse a la simple repetición de estas tragedias o una duplicación del mundo real.

Ya tenemos muchas narraciones trágicas, muchas historias sobre esas personas, pero por horribles que sean, rara vez sentimos verdadera compasión por ellos, empatizamos y entendemos sus emociones. Manta Ray intenta centrarse en las simples emociones de esas personas, en lo que sienten, más que en un análisis complejo y racional de la situación política de los refugiados ».

Una realidad basculante entre la objetividad de lo fenoménico cotidiano y la posibilidad de continuas aperturas sobre esa dimensión paralela, interior y subjetiva, puramente emocional, del onirismo psíquico «hay estados de realidades distintas en la película. Una historia realista, también por el estilo de rodaje, que es la vida cotidiana de Saijai y Thongchai y su relación, luego hay toda una dimensión fantástica que nos lleva a través de una esencia más misteriosa que se esconde detrás de lo cotidiano. En 2015 en Padang Besar, en la frontera entre Tailandia y Malasia, se encontró una fosa común que contenía a más de 100 refugiados rohingya, cuya muerte sigue siendo un misterio. La parte fantástica de Manta Ray es sobre esas personas, la posibilidad de que sus voces no escuchadas, las que escuchas en la película en algún momento, no desaparezcan por completo, al menos permanezcan en mi trabajo. Construimos una realidad tranquila y pacífica, pretendiendo no saber y no ver, pero en cuanto miras detrás de la cortina que has creado, ves que surge la realidad, lo que hay detrás ”.

De las palabras de Phuttiphong se desprende lo indispensable para él, el vínculo funcional entre su concepción visionario-psíquica del cine y su función moral, social y política, humanista en un sentido amplio, es esencial.

Líneas divisorias
Sabemos bien cómo la mayoría de las veces en poéticas cinematográficas de este tipo, el dato narrativo no es otro que un McGuffin para otras instancias, para inocular convicciones y emociones vitales,  para el director: «en 2009 estuve en el río Moai. Es un pequeño río que marca la frontera entre Tailandia y Myanmar. Llegué a este lugar que está enfrente y a escasos metros de la frontera con Myanmar, en un punto donde no había controles migratorios, ni alambradas, ni soldados ni retenes. Unos pocos pasos en el agua habrían bastado para cruzar. En un momento, un niño emerge de los arbustos al otro lado del río, se sumerge en el agua, nadando en nuestra dirección, hacia mi país. Más abajo que yo, emergen dos niños tailandeses y, habiendo entrado en el río, invitan al otro a jugar con ellos. Me encantó verlos jugar y nadar como amigos.

El mundo sería tan pacífico sin fronteras. Este episodio fue la respuesta definitiva a una pregunta, incluso ingenua, si se quiere, que me había llevado durante años, dejándola sin resolver. De hecho, me preguntaba si realmente necesitábamos este tipo de líneas divisorias trazadas por el hombre.

Dondequiera que llega, el hombre pretende imponer su propia ley, su propia medida, sus propias divisiones. Y eso es lo que también hizo con el bosque, el reino de lo orgánico, como un monstruo en la película, el hombre lo invadió poco a poco con sus luces LED, símbolo de su progreso tecnológico y el significado del lugar fue completamente cambiado, se ha distorsionado ».

Cine Puro
Como prueba de la propensión de Phuttiphong a una forma de expresión cinematográfica «pura», que busca expresar sus significados únicamente a través de la forma y el estilo fílmicos, está también el hecho de que ha optado por hacer al personaje de Thongchai mudo, encauzando su propia investigación, como hicieron los directores de cine mudo, de tener que significar mostrando, en ausencia de palabras: «Amo el cine mudo, en particular Man Ray, Luis Buñuel, las vanguardias y el surrealismo en donde la imagen es asumida en todo su potencial de significado. Además, el hecho de que Thongchai sea mudo focaliza la atención del público en él, en las acciones que realiza, pero sobre todo en la voz que no tiene, la voz inaudita de las víctimas rohingya ”.

Y en una película que reflexiona sobre los efectos nocivos de las divisiones que los cuadros religiosos y los políticos imponen al pueblo, parece inevitable. En primer lugar, esta identidad se duplica en el carácter de Saijai, un buen símbolo samaritano de acogida y hermandad entre los pueblos, cuando ayuda a Thongchai sin hacer preguntas sobre su religión o afiliación política, pero al mismo tiempo, en su segunda identidad secreta, un despiadado asesino-enterrador de cuerpos, no es diferente de los perseguidores de ese mismo hombre que ayuda con tanta piedad humana. Saijai, el hombre, verdugo y víctima constituidos en una identidad unitaria en la que siempre es posible la reversibilidad de uno en otro. Thongchai inicialmente es la víctima absoluta, el refugiado, el hombre privado de identidad, el hombre sin memoria. Poco a poco, sin embargo, al asumir el trabajo, tomar posesión de la casa y la mujer de Saijai, hasta que ella asume su apariencia física, él adquiere una identidad, la que le roba a su amigo desaparecido, una pertenencia, pasando ipso facto para engrosar las filas de aquellos prevaricadores usurpadores de la identidad de otros de los que él mismo había sido víctima hasta hace poco.

Pérdida de identidad
Específicamente Saijai pasa de la condición de «ciudadano», es decir de hombre integrado en una cultura, a la de «refugiado», usurpado de toda identidad: «cuando el personaje del pescador rubio regresa y se da cuenta de que Thongchai, una vez que sanó y rescató, se apoderó de su casa y de su amante, volvemos al punto en el que la violencia está a punto de estallar.

Es la misma suerte que corrieron los refugiados rohingya, el mismo enfado de quienes lo han perdido todo, su identidad, su memoria. A lo largo de los años, he seguido escuchando historias de refugiados que huyen del terror y se cuelan en mi país. Mucha gente aquí los ve como elementos no deseados que representan un peligro. Siempre he tenido que lidiar con el nacionalismo extremista y la discriminación, comenzando por los amigos con los que crecí desde la infancia.

Son personas que han desarrollado resentimiento y egoísmo, a quienes se les ha enseñado a creer en la idea de una nación segregada que deben proteger a toda costa, que parecen no entender cuán similares e intercambiables son las condiciones de refugiado y hombre libre.  Cuán similar es «nosotros» a «ustedes».

©Giulio Vicinelli. edición del 28/12/2019. Il Nuovo Manifesto Società Coop. Editrice.

Traducción y adaptación de Jorge Cappelloni

Ndt: Phuttiphong Aroonpheng nació en 1976 en Bangkok, Tailandia. Estudió Bellas Artes en la Universidad Silpakorn (Bangkok) y Dirección de Cine en la New York’s Digital Film Academy. Trabaja habitualmente como director de fotografía y el largometraje Manta Ray (2018) es su opera prima, que obtuvo el máximo galardón en la sección Orizzonti del 75º Festival Internacional de Cine de Venecia.